sábado, 14 de julio de 2012

ADIÓS MOISÉS!


ADIÓS MOISÉS

Aquella mañana plomiza de mayo, como de costumbre, estaba observando la pecera, y de repente vi algo inusual en ella. Algo pataleaba patas arriba, las Cebritas rosadas (Danio rerio) le lanzaban mordiscos pero no acertaban a hacerle daño alguno. Intenté meter el dedo índice, pero me acordé del correo que me envió un amigo sobre cierto alacrán que se estaba ahogando y cuando trataron de sacarlo con el dedo, mordió a quien trataba de salvarlo; entonces tomé un lápiz y saqué a un insecto de color negro de 5 mm de largo por 3 mm de de diámetro.
Estaba sobre sus élitros y gracias a eso, flotaba como si estuviera dentro de una canoa. Pero patas arriba,  no hallaba la forma de darse vuelta y poder volar. Era un cucarrón parecido a Coccinella septempunctata (Mariquita) pero de cuerpo más alargado que estas. Lo coloqué sobre el techo de la pecera y empezó a estirar sus patas, desplegó sus élitros y empezó a secar sus alas. Las alas son diferentes a los élitros, estos son dos estructuras quitinosas, rígidas que cubren las alas de estos insectos y tienen una función de equilibrio  durante el vuelo.

Le puse por nombre Moisés, como el Patriarca, salvado de las aguas. Mientras se secaba le pregunté: Moisés, ¿qué rábanos hacías dentro de la pecera? Se detuvo, me miró a los ojos y me dijo: “Si supieras que estoy aquí por desobediente”. “He visto pasar mi vida en un segundo. Cada vez que un monstruo de esos se me acercaba, pensaba que era el fin de mi vida y he reflexionado sobre lo que hice, hasta llegar al arrepentimiento. Te lo contaré todo, toda vez que tú, me has salvado la vida.

Yo vivo con una familia que me ama y que se preocupa por mí. En esa familia yo tengo una función, como todos los miembros de la familia: mi función es vigilar que los Sapos no se acerquen a nuestro territorio. Los Sapos se alimentan de nosotros y cuando llega el invierno, nacen nuevos Sapos y entonces corremos peligro.
Cuando yo escucho el primer croac! Inmediatamente doy la alerta roja y todos los miembros nos metemos en unos agujeros que tenemos preparados para cualquier eventualidad riesgosa. En esos agujeros tenemos suficiente alimento para pasar el invierno sin contratiempos. Pero yo cometí un error: a mí me dijeron que existían unos animales que vivían debajo del agua y no se ahogaban y queriendo conocer a esos animales, desobedecí a mis superiores, abandoné mi función en el grupo y vine a conocer a estos animales que ustedes llaman peces. Entonces, entré al acuario por la chimenea y me puse a observar cómo vivían estos animales debajo del agua. Me dije entonces: ¿si ellos pueden vivir debajo del agua por qué nosotros no podemos hacerlo? Me tiré al agua y tú ya sabes el resto.

Escúchame bien Moisés, nosotros los humanos, el intercambio gaseoso, lo realizamos a través de unos órganos llamados pulmones: inhalamos aire rico en oxígeno y exhalamos  aire con gas carbónico, producto de la respiración. A este proceso se le llama Ventilación Pulmonar. La respiración realmente se realiza en todas y cada una de nuestras células, en unos organitos llamados mitocondrias y es un proceso mucho más complejo.

Los Sapos y las Ranas, realizan el intercambio gaseoso a través de la piel, por eso su piel permanece húmeda y debajo tiene una red de vasos sanguíneos, por donde circula la sangre que va a oxigenarse.

Los peces, realizan el intercambio gaseoso a través de unas estructuras especializadas llamadas Branquias: ellos toman el agua por la boca y la pasan por las branquias donde se filtra el oxígeno que está disuelto en el agua.

Tú Moisés, que eres un insecto, no tienes branquias como los peces, ustedes los insectos, tienen unos tubos microscópicos llamados Tráqueas por donde entra el aire con oxígeno y llega a unas lagunas en donde se encuentra la sangre y allí se  realiza el intercambio gaseoso. Afortunadamente no te entró agua por las tráqueas, porque te hubieses ahogado; y tu grupo social, se hubiese quedado sin el vigilante y los sapos contentos con buena comida. A propósito ¿no será que los Sapos están invadiendo tu territorio mientras tú estás de investigador?

Sí –respondió Moisés- me voy antes de que sea demasiado tarde y por mi desobediencia se acabe mi tribu. Gracias y ¡adiós!

¡Adiós Moisés!. Y recuerda: la desobediencia es el pecado más grande que uno puede cometer.