ADIÓS MOISÉS
Aquella mañana plomiza de mayo, como de costumbre,
estaba observando la pecera, y de repente vi algo inusual en ella. Algo
pataleaba patas arriba, las Cebritas rosadas (Danio rerio) le lanzaban
mordiscos pero no acertaban a hacerle daño alguno. Intenté meter el dedo
índice, pero me acordé del correo que me envió un amigo sobre cierto alacrán
que se estaba ahogando y cuando trataron de sacarlo con el dedo, mordió a quien
trataba de salvarlo; entonces tomé un lápiz y saqué a un insecto de color negro
de 5 mm de largo por 3 mm de de diámetro.
Estaba sobre sus élitros y gracias a eso, flotaba como
si estuviera dentro de una canoa. Pero patas arriba, no hallaba la forma de darse vuelta y poder
volar. Era un cucarrón parecido a Coccinella septempunctata (Mariquita) pero de
cuerpo más alargado que estas. Lo coloqué sobre el techo de la pecera y empezó
a estirar sus patas, desplegó sus élitros y empezó a secar sus alas. Las alas
son diferentes a los élitros, estos son dos estructuras quitinosas, rígidas que
cubren las alas de estos insectos y tienen una función de equilibrio durante el vuelo.
Le puse por nombre Moisés, como el Patriarca, salvado
de las aguas. Mientras se secaba le pregunté: Moisés, ¿qué rábanos hacías
dentro de la pecera? Se detuvo, me miró a los ojos y me dijo: “Si supieras que
estoy aquí por desobediente”. “He visto pasar mi vida en un segundo. Cada vez
que un monstruo de esos se me acercaba, pensaba que era el fin de mi vida y he
reflexionado sobre lo que hice, hasta llegar al arrepentimiento. Te lo contaré
todo, toda vez que tú, me has salvado la vida.
Yo vivo con una familia que me ama y que se preocupa
por mí. En esa familia yo tengo una función, como todos los miembros de la
familia: mi función es vigilar que los Sapos no se acerquen a nuestro
territorio. Los Sapos se alimentan de nosotros y cuando llega el invierno,
nacen nuevos Sapos y entonces corremos peligro.
Cuando yo escucho el primer croac! Inmediatamente doy
la alerta roja y todos los miembros nos metemos en unos agujeros que tenemos
preparados para cualquier eventualidad riesgosa. En esos agujeros tenemos
suficiente alimento para pasar el invierno sin contratiempos. Pero yo cometí un
error: a mí me dijeron que existían unos animales que vivían debajo del agua y
no se ahogaban y queriendo conocer a esos animales, desobedecí a mis
superiores, abandoné mi función en el grupo y vine a conocer a estos animales
que ustedes llaman peces. Entonces, entré al acuario por la chimenea y me puse
a observar cómo vivían estos animales debajo del agua. Me dije entonces: ¿si
ellos pueden vivir debajo del agua por qué nosotros no podemos hacerlo? Me tiré
al agua y tú ya sabes el resto.
Escúchame bien Moisés, nosotros los humanos, el
intercambio gaseoso, lo realizamos a través de unos órganos llamados pulmones:
inhalamos aire rico en oxígeno y exhalamos
aire con gas carbónico, producto de la respiración. A este proceso se le
llama Ventilación Pulmonar. La respiración realmente se realiza en todas y cada
una de nuestras células, en unos organitos llamados mitocondrias y es un
proceso mucho más complejo.
Los Sapos y las Ranas, realizan el intercambio gaseoso
a través de la piel, por eso su piel permanece húmeda y debajo tiene una red de
vasos sanguíneos, por donde circula la sangre que va a oxigenarse.
Los peces, realizan el intercambio gaseoso a través de
unas estructuras especializadas llamadas Branquias: ellos toman el agua por la
boca y la pasan por las branquias donde se filtra el oxígeno que está disuelto
en el agua.
Tú Moisés, que eres un insecto, no tienes branquias
como los peces, ustedes los insectos, tienen unos tubos microscópicos llamados
Tráqueas por donde entra el aire con oxígeno y llega a unas lagunas en donde se
encuentra la sangre y allí se realiza el
intercambio gaseoso. Afortunadamente no te entró agua por las tráqueas, porque
te hubieses ahogado; y tu grupo social, se hubiese quedado sin el vigilante y
los sapos contentos con buena comida. A propósito ¿no será que los Sapos están
invadiendo tu territorio mientras tú estás de investigador?
Sí –respondió Moisés- me voy antes de que sea
demasiado tarde y por mi desobediencia se acabe mi tribu. Gracias y ¡adiós!
¡Adiós Moisés!. Y recuerda: la desobediencia es el
pecado más grande que uno puede cometer.